
Hace
pocos
años un amigo me envió una revista científica con
las primeras fotos del espacio tomadas desde un satélite fuera
de nuestra atmósfera. "Es la foto más cercana al origen
del tiempo", agregó en un simple papelito. "Yo no sé lo
que es el tiempo", murmuré para mis adentros; pero la inmensa
curva de esa constelación es la misma que está
desarrollada en la concha de uno de los caracoles de mi
colección. Ni más abierta ni más cerrada.
Había tenido la misma honda impresión contemplando las
curvas con que abren las hojas y las flores.
Cada
vez que
muestro a mis amigos los ejemplares de mi colección escucho como
hacen un elogio a la belleza estampada en las curvas de la naturaleza.
No llego a definir matemáticamente qué es belleza, pero
al cabo de muchas observaciones repetidas por personas que no se
conocen, concluyo que hay algo estampado en nosotros que refleja lo que
nos agrada en la naturaleza, curvas con un gran equilibrio, ni
más abiertas ni más cerradas. Hoy la electrónica
puede proporcionar una fuerte ayuda para acelerar los cálculos,
la búsqueda de los equilibrios, las ecuaciones que están
impresas. El desarrollo de formas animales y vegetales se mueve y hace
difícil captarlo. Estoy convencido que lo que agrada y conmueve
en el arte lleva la misma impronta.
Por
años he pensado estudiar las matemáticas de las volutas y
siempre lo dejé para cuando tuviera tiempo, eso que no sé
lo que es. Decidí ponerme manos a la obra al inicio del
año pasado, pero como son todas las cosas en la vida, el
médico, que también se ayuda con la moderna
electrónica, me sentenció: "tienes una
metástasis". Eso quiere decir que mi tiempo propio tiende a su
fin. Comprendo que un hermoso proyecto puede quedar inconcluso y delego
el proyecto 'Avances sobre la simetría espiral' en el profesor
de Ingeniería Matemática y sus alumnos. Me agrada y honra
poder retribuir en algo a la Escuela que me formó o
cuadró como dicen los cercanos. Leo con emoción su mail:
"La primera etapa de nuestro proyecto esta llegando a su fin".
Nicolás Weinstein Crenovich
(1933-2005).
Santiago, 2004.
