Aunque la espiral ha sido testigo
mudo de los avatares de los hombres a través de diferentes
épocas históricas, su patente no le corresponde a la
humanidad. Esta curva como casi todas, es fruto de la Naturaleza. La
podríamos calificar como la curva de la vida o de forma
más precisa, la curva del crecimiento.
Tanto el reino vegetal como el
reino animal nos brindan impresionantes
ejemplos de los diferentes tipos de espirales o de sus parientes
tridimensionales,
las
hélices. Si
miramos el perfil de su concha comprobaremos que describe una
hélice
cónica, cuya proyección en el plano corresponde a una
espiral. Una
espiral especial, una espiral logarítmica. Pero
además de los caracoles y de un sinfín de moluscos no es
difícil
encontrar en el reino animal verdaderas espirales orgánicas. Los
cuernos de los rumiantes forman también espirales en el espacio.
Detrás
de todas estas formas hay un fenómeno natural: un proceso de
enrollamiento vinculado al proceso de crecimiento. de hecho la concha
de un caracol no es ni más ni menos que un cono enrollado sobre
sí
mismo. El cuerno de un rumiante también, aunque además
está retorcido. Y
aunque las leyes físicas del crecimiento de especies tan
dispares no
son las mismas, las leyes matemáticas que lo rigen sí:
todas están
basadas en la espiral geométrica, la curva de similitud
continua.
En la actualidad se conservan
gran cantidad de unos fósiles muy especiales,
los ammonites, que
vivieron en el jurásico y el cretácico hace millones de
años. Ellos, con sus propios cuerpos, nos han dejado, dibujadas
en piedra, las mismas espirales que seguramente impulsaron a
Arquímedes a estudiar estas curvas. En los mares de Filipinas
existe un molusco, descendiente directo de estos moluscos
prehistóricos:
el Nautilus.
Su concha, parecida a la de un
caracol, dibuja una espiral perfecta. Y no es un fenómeno tan
extraño. Como los caracoles crecen enrollándose sobre
sí mismos y manteniendo siempre la misma forma. Las sucesivas
vueltas van aumentando en anchura, en proporción constante e
invariable. Y esto es precisamente lo que define a las espirales, o al
menos a uno de sus tipos, las espirales logarítmicas.
Otro ejemplo que podemos mencionar es la principale
característica externa de las
mariposas diurnas y nocturnas.
Las
mariposas se caracterizan por presentar las piezas bucales modificadas
en una larga probóscide que utilizan para chupar el
néctar de las flores. En posición de reposo mantienen la
probóscide enrollada en espiral. Tienen dos pares de alas
membranosas, muchas veces de colores brillantes, antenas prominentes y
ojos compuestos bien desarrollados.
En el mundo vegetal la espiral sale
a nuestro encuentro en multitud de ocasiones. Y no precisamente de
manera aislada. Las flores, los frutos y las hojas de numerosas plantas
nos ofrecen un auténtico baile de espirales. En cualquier
piña de los
pinos, si la observamos desde arriba,
descubriremos que los piñones se distribuyen formando un buen
número de espirales. Y no precisamente de forma aleatoria. No es
ninguna casualidad. Los piñones han de distribuirse de forma
óptima, es decir, aprovechando el espacio al máximo; y
esa optimización del espacio se consigue mediante una
distribución en espiral.Si contamos las espirales en un sentido
siempre aparecen 8, si las contamos en el otro sentido encontraremos
exactamente 13. Y no importa en que piña las contemos.
La distribución de las pipas
en un girasol también se hace dibujando espirales, la variedad
más frecuente tiene 89 espirales en un sentido y 144 en otro,
aunque otras variedades presentan 55 y 89 respectivamente. La margarita
también dispone sus semillas en 21 espirales dextrógiras
y 34 levógiras.
¿Es esto una mera casualidad? No. Las semillas se distribuyen
siempre según una ley natural que minimiza el volumen ocupado.
Esta optimización natural produce inevitablemente una
distribución en espiral.
Observemos estos números... 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144... Una
curiosa sucesión, que está directamente relacionada con
las espirales. Con las espirales y con el crecimiento y la forma de las
plantas.
Pero mucho antes aún de que
los ammonites poblaran las aguas de
este perdido planeta, el Universo nos brindaba unos grandiosos ejemplos
de este tipo de espirales: Las galaxias. Las galaxias son
concentraciones de miles de millones de estrellas unidas por fuerzas
gravitatorias. Estas fuerzas gravitatorias son las que las obligan a
girar sobre su centro. Pero la velocidad no es la misma en todas las
regiones, es mayor en el centro que en los bordes. Es precisamente esta
diferencia de velocidad la que a lo largo de varios miles de millones
de años produce las más magníficas espirales que
podemos encontrar en la Naturaleza. De hecho, nuestra galaxia, la
Vía Láctea es una galaxia espiral. A escala
galáctica estamos sumergidos en una espiral.
En una borrasca está sucediendo algo similar a lo que sucede en
una galaxia: el aire en las regiones más próximas al
centro de las bajas presiones gira más rápido que en las
regiones alejadas... sin duda, más temprano que tarde, se
acabará formando una espiral. En los efectos devastadores de los
tornados también está presente un familiar cercano a la
espiral, una hélice cónica, que contemplada desde un
plano perpendicular a su eje nos parecerá una espiral.Y los
pequeños tornados que se producen en nuestro lavabo cada vez que
quitamos el tapón también dibujan mirados desde arriba
espirales de agua.
Siempre que en la Naturaleza nos encontremos con un fenómeno que
comparta una rotación y una dilatación, o una
contracción, allí, sin hacerse esperar, aparecerá
una espiral.