En suma, sin mí no habría sociedad posible ni relaciones
sólidas y agradables en la vida; sin mí, a la verdad, el pueblo no
soportaría largo tiempo a su príncipe, el señor a su criado, la
criada a su dueña, el discípulo a su preceptor, el amigo a su
amigo, la esposa a su marido, el mesonero a su huésped, el
compañero a su compañero ni el convidado al anfitrión; si no se
engañaran mutuamente, se adularan unos a otros y usaran de
complacencia, frotándose recíprocamente con la miel de la necedad.
Sé que todo esto lo juzgáis extraordinario; pero vais a oír algo
más extraordinario todavía.