next up previous

CAPITULO XXXVII
    
CONTINÚA EL MISMO ASUNTO DE LOS DOS CAPÍTULOS ANTERIORES

Volviendo a la felicidad de los fatuos, digo que, después de haber pasado su vida muy alegremente, sin tener ni sentir la muerte, se van derechitos a los Campos Elíseos para divertir con sus pasatiempos a las almas piadosas y ociosas.

Compárese ahora a cualquier sabio con un necio de esta clase. Pues haceos cuenta de que a éste oponéis, como prototipo de sabiduría, un hombre que ha gastado su infancia y su juventud en aprender diversas disciplinas, que ha perdido lo mejor de su vida en constantes vigilias, cuidados y fatigas, y que en el tiempo restante no ha gustado el menor placer; un hombre siempre sobrio, pobre, triste, severo, áspero y duro para sí mismo; odioso e insoportable para los demás; pálido, seco, enfermizo, legañoso, con aspecto de viejo, que antes de tiempo encanece y antes de tiempo se marcha al otro mundo, por más que nada le importe morir a quien jamás vivió. ¡Ahí tenéis el lindo retrato de un sabio!...